Es tiempo de superar la masculinidad tradicional

Por Nayeli Rueda

Si eres una madre o un padre que prohíbe a sus hijos varones agarrar una escoba porque “eso es de mujeres”, si no dejas que juegue con muñecas o si lo regañas cuando llora porque “los hombres no deben llorar”, quizá sea momento de que te detengas a pensar que esos esquemas del pasado no aplican en la construcción de una sociedad equitativa y de nuevas masculinidades.

En el siglo pasado estaba muy arraigada la idea de que el hombre debía ser “fuerte, feo y formal”; en realidad, esto era una forma de encapsular a los varones. Pero “la masculinidad no es estática, sino que se construye día con día, a lo largo de los años y a través de muchas instancias como las instituciones, los medios de comunicación, la cultura y los procesos políticos”, explica el doctor Isaac Ali Siles Bárcenas, del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la UNAM.

Desde hace treinta años comenzó a repensarse en una masculinidad alternativa, “una que no limitara a los hombres como proveedores materiales, sino aquella en la que se les involucrara en las labores del hogar y el cuidado de las hijas y los hijos”, añade el investigador.

En tiempos de pandemia, la corresponsabilidad y paternidad activa son fundamentales.

UNICEF.

Nueva masculinidad

Gracias a la educación y el cambio, hoy los varones pueden explorar actividades que por años habían estado asociadas a lo femenino. Poco a poco se están distanciando de lo tradicional, incluídos aspectos tan negativos como creer que “un hombre solamente puede resolver los problemas con actitudes violentas”, explica Siles Bárcenas.

Esto es muy importante en el ejercicio de la paternidad, pues los papás necesitan resolver sus conflictos de adultos de manera calmada y entendiendo los distintos puntos de vista, ya que los niños aprenden de lo que observan en sus casas, de acuerdo con la guía “Corresponsabilidad y paternidad activa para tiempos de pandemia”, de UNICEF.

Los niños varones deben crecer sabiendo que pueden:

  • Hablar de sus sentimientos.
  • Llorar cuando estén tristes.
  • Hacer actividades que les gusten, como cocinar o jugar con muñecas, y no solamente fútbol o videojuegos.
  • Mostrar debilidad.
  • Resolver sus conflictos a través del diálogo.

Para el doctor en sociología, romper con lo tradicional no es algo sencillo, pero tampoco imposible. Por inercia reproducimos formas de actuar, pensar y sentir que aprendimos en la infancia; están tan naturalizadas que suelen pasar desapercibidas, pero necesitamos identificarlas e intentar cambiarlas.

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Los padres de familia tienen la responsabilidad de enseñar a sus hijos varones que llorar no es un signo de debilidad, como tampoco lo es hablar de sus malestares emocionales. Y al igual que las madres, “los padres varones deben ser más cercanos física y emocionalmente”.

Los niños aprenden de los modelos que observan. Un padre involucrado, donde las tareas del hogar se reparten de forma equitativa y las formas de relacionarse son respetuosas y cariñosas, estará enseñando lo mismo a su hijo o hija.

¡Sé parte del cambio!

Si los niños observan que en su casa los problemas se discuten a través del diálogo, si ven que sus padres llegan a acuerdos, sin gritos ni golpes, van a imitarlo. “Los padres deben mostrar a su hijo cómo hacerlo y podemos enseñarles mucho con nuestro ejemplo”, apunta el doctor Siles Bárcenas.

Cada vez es más visible la desigualdad entre géneros y la existencia de una repartición inequitativa de las labores en el hogar. La clave para cambiar esta educación es hacernos conscientes de cómo estamos actuando y hacer un ejercicio constante de reflexión.

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Si queremos mejorar una serie de inequidades y desigualdades tenemos que hacer una labor de “construirnos a nosotros mismos y a nuestro alrededor”. Hay conductas y acciones que no son aceptables: “llevará tiempo cambiar las cosas y hacerlas de manera más equitativa e igualitaria, pero tengo confianza de que irán cambiando poco a poco”, concluye.

“Los niños varones necesitan aprender que no hay problema en sentir enojo o tristeza; que los problemas se pueden resolver dialogando; que no debemos estar todo el tiempo de acuerdo y que podemos llegar a negociar”.

Isaac Ali Siles Bárcenas, del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la UNAM.