De seguro has escuchado el refrán que reza: “De tal palo tal astilla”. Comúnmente lo usamos para referirnos al parecido que un hijo pueda tener a alguno de sus padres, ya sea en apariencia física o en actitudes cotidianas. Charles Darwin, en su libro El origen de las especies, explica en cierta medida el interés que había entre los científicos del siglo XIX por estudiar la influencia genética sobre el comportamiento humano, sin embargo, no deja de ser polémico el asunto por lo que intentaremos descifrar la gran incógnita. Los genes: ¿determinan nuestro comportamiento?
Un poco de historia del estudio de los genes
Comencemos por recordar qué es como tal el ADN o Ácido Desoxirribonucleico. Según Medline Plus se trata “del material que contiene la información hereditaria en los humanos y casi todos los demás organismos; casi todas las células del cuerpo de una persona tienen el mismo ADN”.
En el siglo XX algunos psicólogos, entre los que destaca Albert Bandura, expusieron que el desarrollo de la personalidad y de nuestra conducta tiene que ver con nuestro ambiente, es decir, imitamos a nuestros padres, amigos, maestros y otras personas de referencia.
De ahí el dilema de la influencia genética de que si son los genes o que si es el ambiente siga siendo materia de debate; que si hay estudios que demuestran el peso de la herencia o que si hay otros datos que resaltan al ambiente, lo importante aquí es averiguar cuál es el mecanismo genético y cómo actúa el ambiente sobre nosotros.
El psicólogo australiano Nathan Gillespie determinó la importancia de la herencia genética en un 60% aunque el otro nada despreciable 40% está dado por nuestra convivencia familiar, el contexto social y temporal y el ambiente. Como ejemplo tenemos a los hermanos gemelos idénticos que muestran rasgos de personalidad muy predecibles entre ellos a lo largo de sus vidas, pero desarrollan personalidades diferentes gracias a sus experiencias individuales. El hecho de que nuestros genes determinan en gran medida nuestro comportamiento puede ser modificado por nuestras experiencias, que son individuales para cada hijo en la familia.
La ciencia al rescate
Pero sigamos, que la ciencia siempre trata de darnos respuestas, de ahí el nacimiento de la epigenética que estudia la manera en que las condiciones del ambiente activan o desactivan la expresión de nuestros genes, sin modificar la secuencia genética individual. Esto nos ayuda a entender cómo los hábitos dañinos durante el embarazo (como fumar) se relacionan con el gran riesgo del bebé de padecer enfermedades en su vida adulta.
Otro ejemplo más radical es que vivir situaciones drásticas y de violencia cambia la expresión genética asociada a la esquizofrenia y afecta las generaciones actuales, como sucedió con los prisioneros de la guerra civil estadounidense.
Actualmente, la epigenética tiene un alto valor para explicar una gran cantidad de trastornos de conducta y acceder a tratamientos para mejorar nuestra salud mental.
Entonces, ¿de tal palo tal astilla?
Basándonos en lo anterior, no toda la culpa la tienen la suegra o el tío abuelo aquél del que ya nadie se acuerda, pero que se le culpa de todo. Nuestros genes no son 100% determinantes de nuestra conducta ya que el ambiente tiene mucho que ver en eso y, al mismo tiempo, un mismo ambiente no va a influir de la misma manera en todas las personas.
En este sentido, nuestra labor y lo mejor que podemos hacer como padres es que nuestros niños crezcan en ambientes de respeto, responsabilidad y mucho amor. Y entonces, ¿cambió tu opinión con respecto a si genes sí determina nuestro comportamiento?
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