Las emociones se pueden “educar”

Nico Barya

Imagina un niño constantemente enojado, altamente irritable y con pocas habilidades para comunicarse. La relación con su papá y mamá es mala, y con sus compañeros y compañeras de escuela, ni hablar: el bullying y el acoso hicieron que sus puños e insultos se accionaran gran cantidad de veces.

El pequeño guardaba un cúmulo de emociones que se manifestaban en su comportamiento, aunque no podía identificarlas con claridad. Ese mismo niño, es ahora el fundador y Director del Centro de Inteligencia Emocional de la Universidad de Yale y creador de Permiso para sentir, libro en el que promueve su método RULER (por sus siglas en inglés: Recognizing, Understanding, Labeling, Expressing, Regulating) de educación emocional.

Marc Brackett revela que durante su niñez fue víctima de abuso sexual, lo cual hizo que experimentara sensaciones y emociones que le hacían sentir enojo, frustración y soledad. Con los años, y un esclarecedor recorrido en busca de la autoaceptación y paz interior, hoy en día es una de las personas más reconocidas en el tema de la inteligencia emocional en el mundo.

La educación emocional, explica el experto, “restaura el equilibrio de nuestros procesos de pensamiento y evita emociones que ejercen una influencia nefasta sobre nuestros actos y nos ayuda a percibir que sentimos de cierta manera por una razón”.

El también profesor del Yale Child Study Center motiva a sus lectores para que más niños y niñas tengan relaciones sanas con ellos mismos y los demás, y habla de la importancia de hacer que las emociones se conviertan en aliadas del crecimiento personal y no al contrario, y con ello mejorar la autoconciencia y reducir los malentendidos en las interacciones sociales.

Una herramienta para desarrollar habilidades emocionales

Según el Informe de felicidad Mundial 2019, los sentimientos negativos –como la inquietud, tristeza o ira– han crecido a nivel mundial un 27% entre 2010 y 2018. Asimismo, los trastornos de ansiedad representan la enfermedad mental más habitual en Estados Unidos y afectan al 25% de los niños entre 13 y 18 años de edad.

Brackett, que ha implementado su método RULER en más de 2500 escuelas a nivel mundial y ha escrito más de 125 artículos académicos del tema, explica que “el cerebro de los niños está menos desarrollado que el de los adultos, sus defensas son menos sólidas y sin embargo, los ríos de emoción que los recorren a menudo son más intensos que los que experimentamos los adultos”.

La educación emocional restaura el equilibrio de nuestros procesos de pensamiento y evita emociones que ejercen una influencia negativa sobre nuestros actos.

Así, el psicólogo de profesión dice que el desarrollo de habilidades emocionales puede sonar como algo cursi y difuso para muchos, “como si eso los alejara de la realidad”. Sin embargo, las investigaciones dicen que reconocerlas significa tener una relevante fuente de información sobre lo que ocurre en nuestro interior.

“A los científicos no les gustan las emociones porque, a diferencia de la inteligencia, no pueden medirse con pruebas estandarizadas”, explica Brackett. Por ello habla de la necesidad de ayudar a niños y niñas a desarrollar un pensamiento divergente, que aumente sus emociones positivas, autonomía y creatividad, y que se manifieste en acciones concretas, como un desarrollo saludable en la escuela y el hogar.

Brackett, quien lleva más de 20 años estudiando las emociones humanas, dice que nadie nace con un talento especial para reconocer lo que siente y lo que hay detrás de ello; sin embargo, con el método RULER, y un trabajo constante, es posible acercarse a la meta en 5 pasos:

  1. Reconocer. Aunque parezca sencillo, reconocer emociones de manera consciente es una habilidad que no muchos tienen. A veces, cuando nos preguntan cómo estamos contestamos que “bien”, de forma automática. Invita a tus pequeños a ser críticos y analíticos para que puedan identificar qué sienten y que distingan entre felicidad o euforia, por ejemplo, o enojo e ira.
  1. Entender. Es la búsqueda de la causa posible que alimenta la emoción. Pregúntales qué los hace sentirse de tal o cual manera y qué otras situaciones les produjeron esos sentires, para que comparen y lleguen a conclusiones de forma más sencilla.
  1. Etiquetar. Si ya reconocieron y entendieron qué los hace sentirse así, hay que ponerle nombre. Es importante saber que una emoción y un sentimiento son diferentes. Mientras que la primera surge de la evaluación de un estímulo interno o externo, son pasajeras y están entrelazadas con la experiencia y prácticas culturales, los sentimiento, en cambio, es lo que experimentamos ante las emociones.
  1. Expresar. En este paso vamos más allá de lo que sentimos: se trata de compartirlo. Para ello, hay que crear un ambiente de confianza con las y los pequeños, en el que puedan saber que son escuchados y que sus emociones son validadas.
  1. Regular. Refiere a las acciones que tenemos ante lo que sentimos y va en función de necesidades individuales. También habla de cómo influyen las otras personas en nosotros. Ayúdalos a encontrar diferentes soluciones para enfrentar lo que sienten y que puedan ver la situación desde puntos variados. Enséñales también la importancia de la respiración consciente ante situaciones complejas y que sepan que pueden tomar distancia de aquello que les hace sentirse mal, no tienen porqué soportarlo.

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