La importancia de la sociedad en el desarrollo infantil

Por Claudia Rodríguez Acosta, psicoanalista 

¿En qué momento se ha vuelto tan difícil convertirse en madre? ¿En qué momento empezaron a aumentar los casos de mujeres con dificultades para embarazarse, para tener un parto natural, para amamantar? ¿En qué momento empezaron a ser tan solicitados “expertos” del sueño, de la alimentación, del comportamiento infantil? ¿desde cuándo existen tantas dudas sobre la maternidad, sobre lo bien –o lo mal– que hace cada quien con sus hijos? 

Para responder a estas preguntas tendríamos que ir hacia atrás, revisar la historia no solo de cada mujer, sino de cada sociedad, la historia de la humanidad y las transformaciones sociales que han tenido un gran impacto en la familia, en la forma de ser padres y en el desarrollo de los niños. 

Antes no necesariamente fue mejor que ahora; simplemente cada época tiene sus dinámicas, sus dificultades y sus ventajas. Todos sabemos que el lugar de la mujer ha cambiado radicalmente: ser mujer ya no es sinónimo de ser madre o ama de casa. Algunas sí lo eligen así, pero muchas otras no, algunas por convicción y otras porque no tienen más alternativas. 

Hay mujeres que desean tener un hijo pero también desean continuar con su desarrollo profesional; hay otras que prefieren pasar un largo rato al lado de sus hijos, sin embargo, las condiciones sociales y económicas de la mayoría, exigen un pronto regreso al trabajo. 

Muchas de las mujeres que se convierten en madres, saben que tendrán que dejar muy pronto a sus bebés al cuidado de alguien más durante largos periodos de tiempo, entonces, ¿cómo vincularse con ellos profundamente? ¿cómo continuar con la lactancia de una forma fluida y relajada si saben que vendrá una separación abrupta? ¿cómo enfocarse únicamente en sus bebés si están preocupadas por las exigencias de la vida cotidiana?

Además, pensando en quienes logran quedarse al lado de sus hijos, y tomando en cuenta el ritmo de vida actual, muchas madres están solas a cargo de uno o más niños que exigen toda su fuerza física y emocional. 

La madre como figura para sentirnos vivos

La madre es una de las figuras con más peso en la historia de la humanidad. Si nos adentramos en las teorías psicológicas sobre el desarrollo se destaca siempre el papel fundamental de la madre durante los primeros años. ¿Quién es en realidad una madre? ¿es cierto que toda la responsabilidad recae sobre una mujer?

Al hablar de madre no necesariamente se habla de una mujer que da a luz, sino de una función. La función materna es aquella que posibilita el nacimiento de la vida psíquica, es decir, gracias a la madre se logra formar uno de los vínculos más profundos que nos permitirán no solo respirar y comer, sino sentirnos vivos y disfrutar de la vida. 

Esto no es cualquier cosa. ¿Cómo puede lograr un ser humano dar tanto, estar tanto, amar tanto? No siempre se logra, o al menos no siempre es fácil lograrlo. La figura idealizada y romántica de la madre es solo un ideal. 

La madre, entonces, no solo es la mamá biológica, sino que es una función ejercida por muchos, sostenida por muchos. Y para que una mujer pueda verdaderamente conectarse y disfrutar de su bebé, tiene que estar respaldada por otros que más que decirle qué hacer, la escuchen, la acompañen, le ayuden, la motiven. 

Si verdaderamente se reconociera la importancia de los primeros años para toda la vida de cualquier ser humano, tal vez se crearían más espacios, planes, proyectos, para sostener a las madres, para acompañarlas, respaldarlas y darles el tiempo suficiente para poder estar con sus bebés o para estar con los bebés mientras ellas toman un tiempo para sí mismas. 

Probablemente, al lograrlo, no se necesitaría tanto de la ayuda de expertos, ya que cada mujer lograría conectarse con su hijo a tal grado que pudiera saber lo que necesita y no dudaría tanto de sí misma. 

Entonces, el desarrollo infantil con sus logros y dificultades, es un asunto que no solo corresponde a las madres, sino también a los padres, a las familias, a las comunidades, y a todos los adultos que están alrededor de cada mujer con hijos.

La función materna conlleva un trabajo de muchos, requiere una construcción que va más allá de la familia, ya que exige un tipo de sostén y presencia que no tan fácilmente se logra.

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* Claudia Rodríguez Acosta es Licenciada en Psicología por la Universidad Iberoamericana y Maestra en Psicoterapia General por la Asociación Psicoanalítica Mexicana. Es docente a nivel medio y superior y ejerce psicoterapia psicoanalítica en consulta particular en Ciudad de México, así como por Skype para pacientes que residen en el extranjero.